November 22, 2024

El 1 de marzo de 2008, las fuerzas militares de Colombia bombardearon el campamento clandestino del jefe guerrillero Raúl Reyes, ubicado en Angostura (Sucumbíos). Se trató de un conflicto diplomático muy grave porque el vecino país invadió suelo ecuatoriano, mató a Reyes y a otras personas, incluyendo a un ecuatoriano. Sus militares se llevaron los computadores y demás objetos hallados en esa zona.

Como era lo lógico, el entonces presidente Rafael Correa repudió el accionar de Colombia y la crisis bilateral tomó tintes regionales.

Ecuavisa Digital dialogó con un excanciller ecuatoriano, quien prefirió no ser citado, para explicar lo que ocurrió hace 16 años y cómo se manejó una crisis que, más o menos, tiene una gravedad similar a lo que ocurrió la noche del 5 de abril, con la irrupción en la Embajada de México para capturar a Jorge Glas.

En ese caso, hay dos elementos clave que pueden servir de referencia para que Noboa y la diplomacia ecuatoriana pasen este bache: las disculpas del agresor y la mediación internacional.

Uribe ofreció disculpas

Según el excanciller consultado, la presión regional liderada por Correa, condenando la invasión, permitió que Bogotá pasara de sostener que sus aviones y bombas cruzaron la frontera debido a una persecución en caliente, a admitir que había un plan de captura, incluso teniendo coordenadas específicas donde estaba el blanco a atacar.

Cabe recordar que el entonces presidente colombiano, Álvaro Uribe, adujo falta de confianza política en Correa para articular un operativo conjunto contra las FARC y Reyes.

Pero más allá de estas excusas, lo importante fue lograr, de parte de Colombia, el reconocimiento de que se violó territorio ecuatoriano; que se ofrecieron disculpas por ello; y, que se dejó por escrito el compromiso de que un acto así jamás volverá a ocurrir.

Ese gesto de Uribe, explica el excanciller, permitió que no hubiera una escalada de enfrentamientos y el problema no tuviera una expansión regional.

Sin embargo, mientras duró el gobierno de Uribe, es decir, hasta agosto de 2010, las relaciones no se normalizaron a nivel de embajadores, aunque los servicios consulares nunca dejaron de operar.

El Grupo de Río y el liderazgo de Leonel Fernández

La invasión de Colombia a Ecuador fue uno de los momentos más tensos de las guerra fría política que se vivía en el continente por esos años. Ecuador, por la tendencia de su gobierno, tuvo el respaldo del Socialismo del Siglo XXI: Venezuela, Brasil, Bolivia, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Paraguay, Cuba, entre otros países. Colombia, el único país gobernado por la derecha en América del Sur, tenía el respaldo de EE.UU., México, Canadá y Perú, cuyo gobierno era de centro.

Fueron tan delicados esos días que Hugo Chávez ordenó la movilización de sus tropas a la frontera entre Venezuela y Colombia, algo que no llegó a ocurrir.

Correa, por su parte, tuvo el acierto de liderar la batalla diplomática visitando a todos los países que limitan con Colombia para detallar la gravedad de tener un vecino invasor. Así que fue a Venezuela, Brasil, Perú, Panamá y Nicaragua, país que tiene un largo litigio con Bogotá por las islas San Andrés y Providencia.

La OEA, como la principal organización continental de entonces, condenó lo actuado por Colombia, pero la diplomacia bolivariana se empecinó en cuestionar ese foro, dada la influencia histórica de Washington. Habían pasado varios días desde aquel 1 de marzo y la tensión era evidente en toda la región, por las alertas de Venezuela de que EE.UU. buscará invadir su país.

Para el 8 de marzo de ese año estaba planificada una reunión más del llamado Grupo de Río, iniciativa básicamente latinoamericana, que hoy se conoce como Celac y donde participa Cuba. El encuentro iba a darse en Santo Domingo (República Dominicana), bajo la conducción del entonces presidente Leonel Fernández.

Él tuvo la sabiduría, comenta el excanciller consultado por este medio, de liderar el encuentro y generar un proceso de catarsis regional donde Correa y Uribe se profirieron las peores acusaciones. El mandatario ecuatoriano dijo que su par colombiano tenía bombas asesinas, las manos manchadas de sangre y que buscaba darle carácter regional a un conflicto que era solo suyo: la guerra contra las drogas, los grupos guerrilleros y la violencia.

Uribe, en cambio, acusó a Correa de aplicar “el cinismo propio de los comunistas”. Y le criticó por ser cercano a las FARC y no haber colaborado en denunciar la presencia de terroristas en su territorio.

Pero luego, Fernández aprovechó que Bogotá aceptó disculparse con Ecuador para propiciar un ambiente de distensión donde Chávez también aceptó por acercarse a Colombia.

Y así recorrió el mundo, la imagen del apretón de manos y las palmadas de Uribe hacia Correa y la mirada dura de este hacia su homólogo. La crisis bajó de tono y no hubo sanciones para los invasores, más allá de unos compromisos que debían cumplirse en el futuro.

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